A través de los años, mantengo firmemente mi creencia en la predestinación. La frase anterior es sin duda la confirmación a la teoría, expuesta en vez primera por un buen amigo mio, que rezaba "la gente no cambia nunca: solo se empecina un poco más en sus opiniones".
Los dados simulan un azar aparentemente incognoscible. Es tal el océano de variables en el que los dos cubos de madera se sumergen que si nos propusieramos calcularlas, posiblemente terminaramos justo a tiempo para ver como el sol se convierte en una gigante roja y se nos echa encima.
Ninguna decisión es, pues, nuestra. Eso abre un amplio abanico de posibilidades literarias acerca de la responsabilidad de nuestros actos, individualidad, mmm.
Así pues, la bitácora que hoy, con tan pretencioso texto comienzo, estaba ya escrita en los números del azar; los comentarios que vosotros (pobres marionetas del destino) publicaréis son solo parte de un guión ya escrito y con un final (quizás) precipitado.
Obviando temas tan trascententes, espero ser constante en el mantenimiento de la bitácora y utilizarla (como hacemos todos) como un estímulo más a mi ya de por sí henchido ego.
Una bitácora con pretensiones.
Arriba el telón
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