Siente algo cálido en su nariz. Sangre. Por evitar la molestia de levantarse de la cama y encender la luz, intenta taponar la hemorragia presionando. La sangre sigue brotando y el sabor salado llega hasta su garganta.
Con desidia piensa en el molesto acto de moverse (levantarse de la cama, encender la luz) y abandonar ese estado de laxitud onírica en el que se hallaba sumido. Pero prefiere dejar la decisión en manos de un peculiar, insólito azar: en la oscuridad, imagina la moneda en su mano; "cara voy, cruz no voy.". La moneda gira en el éter y al caer muestra un rostro sonriente.
Se levanta pesadamente. Prefiere no encender la luz. Tapona su hemorragia con papel higiénico y vuelve a su habitación.
Una extraña sensación lo paraliza. En su cuarto, en su cama... una respiración. Alguien duerme en su cama. De pronto entiende: jugó con las posibilidades, se permitió el lujo de elegirlas... y ahora el destino elige la que más le gusta. La otra.
Está descalzo. Los pies comienzan a enfriársele.
Una bitácora con pretensiones.
Posibilidades
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