Echamos de menos las heridas. Como echamos de menos el campo abierto. No lo decimos abiertamente, seguro que ni siquiera lo sabemos a ciencia cierta, pero las echamos de menos.
Cuerpos fofos y blandos, brillantes a la luz del sol, como bolsas de grasa pensante. Piel suave y blanca. Erradicamos los lunares. Nos quemamos las verrugas con líquidos abrasivos; erosionamos la piel para eliminar células muertas; nos aterra pensar en la cantidad de gérmenes que contiene un solo pelo... pero nos seguimos comiendo las postillas.
Una bitácora con pretensiones.
Heridas
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