Una bitácora con pretensiones.

Mis dolores pequeños II:
Los profesores de educación física

Tuve la desgracia de cursar mis malogrados estudios de bachillerato en el denodado instituto 'Zurbarán'. En él, los profesores de educación física tenían una peculiar visión del deporte cuya objetivo era convertir a sus alumnos en especialistas (cuasi-profesionales) en deportes absurdos.

Los estupefactos estudiantes nos encontrábamos con que no estaban tan 'bien vistos' los deportes populares (p.e. fútbol sala) como los deportes, digamoslo así, tipo revival. He de decir que ellos eran, casualmente, grandes aficionados al atletismo. Parece una afición normal, pero si teneis el placer de conocer algún atleta, os dareis cuenta de su afición por la resistencia y las pulsaciones por minuto los desacredita ante cualquier grupo de autoayuda (¿deportista? ¡este grupo no es para enfermos mentales, tio! ¡largo de aquí!).

Varios de ellos estaban en el 'ecuador de la vida' (que expresión tan eufemística), con lo que reflejaban en nosotros sus miedos propios de la senectud. Las torturas provocadas podrían ser reflejadas en un (espero) ficticio manual:

Manual para deportistas rancios.


  • Nunca utilices el término jugar para referirte a un deporte. Utiliza en su lugar el más apropiado y profesional verbo practicar. Por ejemplo, 'Yo practico el paddel.' o interrogando '¿Practicas el paddel?'.

  • Evita los deportes populares. Como la música popular, solo es pienso para las masas. En su lugar, practica deportes más culturales y dinámicos, como el badmington o el frisbie.

  • Como estudioso del mundo del deporte, intenta generar actos culturales que tengan como protagonistas deportes arcanos que no practique absolutamente NADIE.


Producto de este último punto fue, para un viejo compañero del instituto y para mí, lo que creo que es el 'Ridículo más espantoso de mi vida'TM. A todos los malditos profesores de educación física de aquel año se les ocurrió organizar un revival de deportes arcaicos. Jamás me olvidaré de aquel maldito aro de colorines y de lo difícil que era controlarlo con ese puto palito. Era como si fueramos monos de feria y el resto de clases venian a vernos hacer el puto payaso...

Si, a aprender psicomotricidad nos decía el profesor... ¡Y una mierda cabrón! ¡Dale al puto aro tú!

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